En el día del Padre, todos los hijos Top van a comprarle al mall o a Fallabella ropa bonita o al Sodimac un taladro, cuando se trata de viejos buenos para maestrear. Sucede que no soy muy consumista que digamos, ni mi viejo es bueno para maestrear. De hecho en la casa tenemos algunos vestigios de su labor con el armatoste que hizo en el patio y otro en el lavadero y para darles una mano de pintura tuvo que limpiar las brochas con el chaleco.
Mi viejo es un contador de cuerpo y alma. Desde que tengo uso de razón, ha estado sentado con enormes libracos llenándolos de numeritos chicos y cálculos indescifrables. Cuando se hicieron masivos los computadores observó con buenos ojos la tecnología de la época ( Ataris, 286s, 386s y otros artilugios pasaron por sus manos). Siendo yo muy pequeño, supe de los horrores de ser hijo de un contador. Nada mas dulce que pasar horas y horas en una oficina con escritorios metálicos, sacapuntas con palanquita, maquinas de escribir, calculadoras con rollo de papel, carpetas, lápices, libracos, ventiladores viejos y la radio AM Telefunken transmitiendo el partido de Deportes Arica con Deportivo Cachiyuyo en un encuentro amistoso. Conozco de memoria el sonido de los teléfonos multilínea Nitsuko y los fax Canon.
Pero también había cosas buenas. Las oficinas de contadores mas viejos que mi papá son verdaderas colecciones de cachureos. Puede ser el mejor pasatiempo para un enano intruso.
Por suerte, existían los fines de semana. En el año 1989, cada sábado mi viejo me llevaba a la academia de computación. Después de disfrutar 3 horas con los Ataris, íbamos a comer empanadas de queso y al menos una vez al mes le cambiábamos el aceite al auto. Claro , mi viejo me transmitió el idioma de los computadores, ambos nos sobrealimentábamos con esas empanadas exquisitas y luego me incluyó en el manual de mantenciones del cacharro. Ir a cambiar el aceite no parece, pero es muy entretenido. Siempre el auto del papá es el ferrari de uno. El Daihatsu de dos cilindros y 547 c.c se convirtió en un nexo importante entre los dos. Me encantaba cuando se le rompía el tubo de escape porque sonaba “como de carrera” . Siempre había algo que arreglarle y eso era muy significativo para mi.
Las empanadas de queso, el Daihatsu y el atari me traen recuerdos de mi infancia y del Rodo
Los días domingo éramos expulsados de la casa ya que la mamá y la Gaby hacían aseo profundo. Nosotros significábamos un gran estorbo. Esos días yo aprendía a manejar con el viejo y a veces teníamos que ir a la oficina a sufrir con esos libros. Curiosamente nunca aprendí contabilidad, teniendo tan cerca ese extraño universo paralelo.
Esos tienen que haber sido los mejores años de mi vida. Lo pasabamos super bien. A veces mi hermana se unía a la pandilla y partíamos a la Isla Alacrán o a la playa Las Machas y dejábamos a la vieja descansar un poco de nuestra presencia.
Hoy en día nos llevamos como el perro y el gato. Discutimos semana por medio porque ahora somos muy diferentes. El Fittipaldi que me enseñó a manejar se convirtió en un tata con horror al volante y con problemas para estacionarse. Sus constantes afecciones respiratorias le valieron el apodo de "Darth Vader". Adicional a esto se encantó con la música andina y toca la quena sin cesar lo que nos tiene un poco aproblemados auditivamente hablando. Pero es mi viejo y lo quiero mucho. Las críticas son mi expresión de preocupación por él.
Este es mi humilde homenaje para el Rodo, mi papá.
La Hippie es la única que lo entiende. Arriba, sus problemas respiratorios. Al medio, su pasión por los instrumentos de viento.
¡¡¡Feliz Día Viejo roñoso....
bah perdón Feliz día Papito !!!